La verdad no existe. Existen las sensaciones (yo creo) que se expresan en nuestras palabras, en nuestros gestos, en nuestras músicas, en nuestras letras e imágenes. Sospecho que algo de eso, cuando es sanamente compartido puede parecerse a la verdad; aunque claramente no lo sea. Asimismo, sospecho que el exceso de imágenes obtenidas en determinados espacios banalizan las situaciones, los grupos, las ideas y expropian el carácter sagrado de éstas. Prefiero interpretar a ser explícito.
Así, en esa búsqueda de sensaciones; en esa exploración de la imagen que va por fuera de lo convencionalmente aceptado como “bueno” es que siento la inquietud por desarrollar un lugar de reflexión/creativo en el que las reglas puedan ser otras a las ya conocidas. Ir por fuera de los puntos de oro, de la clasificación de horizonte, de las tensiones programadas, de la teoría del color, de las líneas y los puntos de fuga… En ese camino se presenta la posibilidad de cursar en LATIR el Diplomado en Antropología del Arte.
Es allí donde encuentro la mística puerta que se abre hacia la experiencia de lo nuevo y lo profundo; donde el conocimiento se nutre de un abanico florido y fértil de sensaciones despojadas de dogmas y ataduras. Donde las reglas y las fronteras se desintegran para concebir algo nuevo/común/colectivo/intenso/abierto/conectado/consciente. Entonces, realizo a partir de las primeras lecturas y ejercicios un trabajo introspectivo y vivencial, que me conecta con la raíz del proyecto ensoñado; que en ese momento estaba en los inicios: en una idea relacionada a la fotografía y a lo cotidiano.
Continúo imaginándolo a lo largo de los días incorporando el material de estudio que brinda el diplomado: lectura diaria, audios, audiovisuales, sabrosos intercambios entre compañeros y maestros.
Vuelvo a imaginar, vuelvo a conectarme con la raíz y mis ancestros, elaboro un espacio vibratorio que se expande y florece con ánimo libertario. Recuerdo entonces lo aprendido, la idea de acompañar el desarrollo de un proceso creativo. Continúo pensando cómo hacerlo.
Encuentro lo etnográfico, lo antropológico, lo estético y performático en un círculo donde los conceptos artístico/cultural/animal se fusionan y donde lo intuitivo/instintivo tienen preponderancia por sobre lo académico. Desarrollo unas líneas a partir de esa idea. Voy a la imagen sin reglas entonces. Voy a lo cotidiano. Ensayo un breve escrito con forma de proyecto que empieza a germinar. Imagino un nombre:
Documentar lo cotidiano/ taller transdisciplinario de experimentación visual
Esta idea propone realizar una práctica en el marco de una experiencia colectiva, para proyectos en etapa de desarrollo (1), y para aquellos interesados en documentar y ampliar conocimientos en el campo del análisis de la imagen; reflexionando sobre aspectos históricos, estéticos, comunicativos/compositivos de la/s misma/s; centrando la propuesta en la relación de la fotografía con los ambientes cotidianos.
El espacio invita a desarrollar y compartir un trabajo fotográfico sobre las diversas cotidianeidades de grupos sociales en sus ámbitos habitacionales, observando y retratando prácticas, costumbres y saberes; asimismo invita a quienes les interese sensibilizar la mirada en el terreno de las imágenes como registro antropológico, etnográfico y artístico; reflexionando sobre los aspectos de la misma como manifestación subjetiva.
Aquello que llamamos cotidiano es aquello que nos rodea, que nos contiene, que nos muestra una realidad espontánea sin condicionamientos previos, predeterminados. Es el espacio íntimo de nuestro hogar, nuestras tareas y labores, nuestros gestos, los detalles que nos acompañan en ese tránsito diario, en ese diálogo con nuestro devenir persona/cuerpo/grupo. En la calle, en el bar, en el río, en el oficio aprendido, en los momentos trágicos. Es ese sendero narrativo/visual que surge de la espera y se mezcla con el diálogo, con la escritura, con la lectura, con la historia de los cuerpos.
El laboratorio invita a observar y fotografiar ambientes, situaciones, objetos y personas de manera espontánea; utilizando cualquier cámara fotográfica y apelando al impulso intuitivo al momento de documentar cómo atraviesa la imagen, lo social y cultural en nuestras vidas. Propone un análisis, un diálogo y una reflexión sobre la/s imagen/es.
El objetivo de este taller es brindar herramientas que promuevan el trabajo de campo en espacios diversos, aportando una mirada no convencional al momento de fotografiar.
También, la idea es salirse de los márgenes de lo aprendido en relación a la técnica, arriesgarse a construir una mirada nueva; a equivocarse, a encontrar el límite de lo visualmente aceptado. A experimentar y construir un mensaje propio con palabras e intervenciones en la imagen: con vacíos, fuera de foco, detalles, colores, gestos, explorando texturas, sombras y recortes.
Plantea documentar momentos familiares en tránsito; reinventarlos a partir de antiguas fotografías que permitan una nueva lectura de la realidad. Narrar una historia con imágenes de vida, de grupos, comunidades, de alguien que ya no está. Elaborar un duelo con/desde y a partir de la imagen. Valerse de las herramientas de la antropología del arte y la etnografía de arte para desarrollar una serie de registros donde se refleje y desde donde se desprendan una o varias historias.
Siglos y siglos de aprendizaje impuesto; de métodos y reglas que moldean y estructuran pensamientos en masa enjaulando voluntades, machacando. Es necesario romper, deconstruir, olvidar, liberar. Esa verdad no existe. Existen las sensaciones amorosas para dejarlas ser.
Pensado para llevar adelante ideas y/o propuestas relacionadas al desarrollo de un trabajo concreto, vinculado a un registro fotográfico determinado (pensado con antelación), como ser: el estudio de los pescadores de la costa o los arroyos, la comunidad LGTBI, los trabajadores de fábricas en su tarea diaria; la cotidianeidad en alguna granja agroecológica, un cumpleaños familiar.
Fotografías expuestas: espacios cotidianos de un hogar en tránsito; de una valija medio vacía y medio llena. De unos que se van dejando cosas, abandonando las energías para que otros las junten. Prender fuego en el rincón es un buen ejercicio de limpieza. Los muertitos que te acompañan hoy te saludan. Han sido buenos contigo.