Lo que por muchos años ha diferenciado categóricamente al oficio del arte radica justamente en el papel estandarizado de lo corporal. No obstante, poco se ha estudiado la tan importante relación del cuerpo en la producción. En palabras de varios alfareros y tejedoras, el oficio “se va sintiendo”. Son las cualidades sensoriales las que indican a fuerza de experiencia si al horno le falta leña, si la pieza está muy aguada y se va a quebrar, si el tejido se fruncirá, si el hilo está frágil, si el color se va a oxidar. No hay reglas para acceder a este conocimiento y por mucho que se tengan procesos establecidos, que bien pueden arrojar resultados satisfactorios si se replican, el material cambia diariamente, por ende, las acciones se modifican también. Las cualidades sensitivas y sensoriales del ejecutante varían de acuerdo a las condiciones de su entorno, por tanto las acciones varían también.
El oficiante es cuerpo que se encuentra afectado por su entorno, dichas afectaciones modifican a su vez el objeto producido, a veces de manera casi imperceptible, sin embargo, el oficiante sabe las diferencias y reconoce su pieza entre miles de piezas similares porque ha dejado un poco de su corporeidad en ella. Los antiguos pobladores de este territorio lo sabían y le atribuían una especie de alma a las cosas. Esta alma des-cosifica su carácter material y vuelve a los objetos los seres que ahí se representan.
En el caso particular de la alfarería, dicha proposición resulta casi evidente para quienes estudian y practican el oficio. En principio porque la alfarería es uno de los pocos oficios que han acompañado al hombre desde las primeras fases de su desarrollo social. Este oficio, como otros, no fue más que el resultado de la observación del entorno. Primero, el hombre observó que existía una tierra que al mezclarse con agua resultaba en una pasta, luego encontró que dicha pasta era fácilmente modelable y que al perder agua (secarse al contacto con los rayos del sol) se solidificaba sin perder la figura modelada con anterioridad. Ese primer hombre seguramente dedujo que el calor de una fogata, como el del sol, endurecía las piezas. Los materiales tierra, agua y fuego, entonces, como ahora, resultan componentes principales del entorno. Intentaré explicar aquí cómo dichos materiales al ser manipulados por el cuerpo brindan corporeidad a la pieza.
¿Cómo se atribuye corporeidad-alma a los objetos?
El proceso es importante, sugiere tener la destreza para manipular el material con el cual se conforma el objeto mismo. Para intentar explicar mejor esta línea de pensamiento, me centraré en los generales del proceso en la alfarería, abordando una técnica en particular la cual, de acuerdo a mis deducciones, ejemplifica esta transferencia o atribución que aquí llamaré vasija-cuerpo.
El desarrollo de estas deducciones serán planteadas periódicamente en este blog. Su intención es generar la discusión pertinente sobre las formas de producción, la esencia corporal que imprimimos en cada objeto producido y las formas en que categorizamos el resultado (artesanía, arte u objeto de diseño).
MDI. Mónica Itzel Sosa Ruiz