Manu Irene Lozano
La vergüenza
La vergüenza es una emoción que se ha logrado instaurar en nosotres como un mecanismo de control sobre nuestro deseo y nuestras identidades. Todo lo que se aleje al modelo hegemónico de la heterosexualidad y la cisnormatividad está expuesto a experimentar la vergüenza. Se instala en el momento en el que se ejercen prácticas de control sobre nuestras expresiones de género o nuestras orientaciones sexuales, intentando modelar el comportamiento, el habla, la expresión corporal o la estética personal. El corazón de la vergüenza, es la misoginia.
El patriarcado en sus mecanismos de dominación ha logrado jerarquizar lo masculino por encima de lo femenino, reafirmando los roles tradicionales de género. Nuestra cultura, es profundamente misógina y se fusiona con un modelo económico y político como el capitalismo que nos exige una masculinización de la vida para posicionarnos en el mundo. De esta manera el modelo del hombre/blanco/heterosexual/funcional/burgués es el que se nos vende a través de la competencia en la educación, el trabajo, la comunidad y la vida. Se nos enseña a ser “fuertes” para vencer, esa fuerza está directamente relacionada con el repudio hacia lo femenino, que, dentro de las lógicas patriarcales, es percibido como débil y lo débil como lo plantea la teoría darwiniana no es lo que le permite sobrevivir a la especie. Así es como el modelo de vida patriarcal/capitalista dispone de la vergüenza para que los cuerpos feminizados atentemos directamente contra nuestra voluntad.
Así nace el “Closet” que viene siendo solo una guarida clandestina que nos permite ofrecerle al mundo una imagen que se espera de nosotres. Pasar por un proceso de normalización para “sobrevivir” deja una serie de secuelas psicológicas, físicas y emocionales que anula el motivo de nuestra existencia. De esta manera, es más fácil ejercer el poder dominante sobre la rareza, la diferencia y la diversidad.
EL MIEDO
Luego de la vergüenza viene el miedo que es una llaga, una herida, una flecha de San Sebastián que posa entre el dolor y la muerte.
El miedo es la sombra de todas las cosas, no se bifurca de sus amos.
El eco prehistórico del miedo se reactiva ante la amenaza de una mirada o una bocanada de salmos homófobos.
Sin embargo, no corremos, no preparamos armas. Solo nos escondemos como bisontes cachorros en las cuevas primigenias.
El miedo solo busca paralizar y alejar de nuestra piel cualquier esquirla de la vergüenza.
No hablo como marica, no saludo como marica, no camino como marica.
Surcamos otros caminos, más largos, y más exhaustos para no pasar entre los hombres y no sentir su violencia, y no excitarnos con su violencia.
Endurecemos la cara, besamos con asco, pero con cara de satisfacción.
Nos empeñamos a esculpirnos con otros gestos.
Nos comemos las risas amariconadas, secuestramos los ojos bailarines en el bulto de los hombres, marchitamos amores imaginarios, sacrificamos el placer por la obediencia.
LA CULPA
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
El discurso homofóbico de la iglesia católica se reafirma en 1946 cuando aparece por primera vez la palabra homosexual en la biblia. Antes no existía.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
La sagrada familia es una representación de la heteronormatividad desde el discurso religioso.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
La pederastia no se sanciona de la misma manera en la que se castiga la homosexualidad.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
De niñe le pedí perdón a dios y no me perdonó. Me dijo que no fuera marica, que sacrificara mi placer en su nombre.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
Mi madre llora en el teléfono por su hije porque fue castigada.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
Morir no es una opción porque nos espera el infierno.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
me acostaba en las noches y deseaba despertar siendo “hombre”
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
Me bañaba en la ducha y pedía que cuando saliera dejara de ser marica.
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
ORGULLO
Me declaro amphibia, me enuncio amphibia.
Mi lugar de enunciación nace como una manera de descolocarme dentro del sistema sexo-género para renunciar a cualquier categoría normativa.
Renuncio a la vergüenza, al miedo y a la culpa que han instaurado sobre mi cuerpo.
Me despojo de las cargas sociales que he mantenido hasta estos días.
Me reconozco como soy, como lo que tanto me han hecho odiar.
Encuentro en esta enunciación una revelación para la vida, un camino que se ramifica en mil senderos.
Renuncio a ser llamado como Manuel, me despojo del huevo y de la larva.
En mí yacen las dos vidas.
Una que ha dejado de ser trauma y la otra que es un devenir.
Reaparezco como un ser hibrido por el pasado y la incertidumbre.
Me arranco la piel, produzco otras extremidades, me exacerbo con la metamorfosis.
ADIÓS A LA VOZ, ME VOY A MI VOZ
Mi voz es mi carne, mi hueso.
Mi voz es mi cuerpo.
Amariconada y estridente.
Mi voz ha gritado por la libertad de otres,
mi voz también ha sido un silencio escondido
un zumbido interno que denota vacío.
He tenido que pescarla en sus tiempos de ocio
jugando entre mis ojos apuntando al infinito
o en mi boca incontrolable diciendo cosas que no son de mi voz.
Una vez atrapada, me di cuenta de su potencia.
Quise romper el mutismo y no sabía qué decir,
por dónde empezar después de tanto tiempo,
qué palabras escoger para rehabilitar el músculo invisible que la produce
y me di cuenta…me di cuenta que mi voz se había encarnado en mi cuerpo, en mi piel, en mi pelo,
en mis movimientos.
Fui recogiendo de cada poro, de cada gota de sudor o rastro de sal
una memoria de mi verdadera voz.
Fuer angustiante escucharla, todavía lo es.
Seguía ese brillo, esa efervescente vergüenza colgada del paladar
Columpiándose, riéndose de mí.
Entonces, fui corriendo al espejo
Abrí la boca
y vi allí
el rostro de todos, menos el mío
Trasboqué
Arcadas
Arcadas
Arcadas
Arcadas
Arcadas
Esta es mi voz, brillosa, estridente, amariconada, pero es mi voz
y ya no tiene rostros,
solo el mío.