Paula Andrea Sánchez Lara.
“Nada extraordinario llega a la vida de los mortales separado de la desgracia” Sófocles.
Dicen que cuando una idea nos infecta de manera vehemente, hay que atenderla, pues ese deseo se transforma en una pulsión flagelante y perniciosa sino le damos atención… mi mente pandémica se diluía entre series de televisión, nostalgias de libertad, pesadumbre, cierto sentimiento de desesperación y depresión, también miedo, no tanto del virus, sino miedo a la pérdida de la libertad: militares deambulando por las calles, el sentirse vigilado por algo omnipresente que no se sabe bien que es; estos eran mis estados pasionales cuando caí en “El dilema de las redes sociales” un documental que me vino a interpelar de manera absoluta, detonando múltiples incomodidades, sensaciones ya sabidas, intuiciones ya masticadas acerca de nuestra completa ignorancia, y que con el virus se manifestaba sórdidamente, ¿qué está pasando realmente?, ¿de dónde vino este virus? ¿acaso es un invento eugenésico? ¿acaso una conspiración?, caí en cuenta que la verdad ya no importaba, que pese a mis esfuerzos por comprender lo que estaba pasando probablemente nunca iba a saber la verdad, porque la verdad en esta era de la sobre información parece ser cosa obsoleta.
Tal vez puede ser un giño, un pájaro volando muy lejos, algo de lo que tal vez no nos enteremos nunca y es que en esta sociedad del espectáculo la verdad ya no importa, simplemente no vende, lo que vende es lo que importa, el modelo de negocios es quien da forma a este entramado, indiferente al desarrollo auténtico del ser humano, generando un modo de habitar el mundo desgastante, pues nunca logramos obtener todo aquello que deseamos, ajeno, enajenante y a veces doloroso, como cuando intentas encajar en algo que no va, insistiendo en meter tu ser en unos zapatos chinos.
Cabe preguntarse cuándo comenzó todo esto, ¿tal vez con la invención del teléfono celular? o ¿con la aparición de la televisión? Una una cosa es cierta: el ser humano siempre ha buscado la manera de manipular a otros, puede que esto sea consecuencia de la aparición del patriarcado como sistema de creencias, como sea, siempre se ha buscado tergiversar la verdad para controlar, a través del discurso, la opinión de los demás; ya desde el tiempo del mismísimo Sócrates, quien en su afán por ayudar a nacer la verdad en los hombres fue condenado a beber la cicuta, él ya nos advertía que al creer tener la razón perdemos de vista la sabiduría; parece ser que siempre hemos vivido en ese mundo de sofismas, en donde prevalecen las opiniones transformadas en tautologías.
Así las espirales concéntricas del Samsara, o el eterno retorno a lo idéntico de Nietzsche, nos han conducido una y otra vez en espirales cada vez más complejas, en donde los subrepticios de la hegemonía nos mantienen en la “maya1”, el “mitote” o el “sueño” de los que tantas tradiciones filosóficas nos han hablado; o bien vivimos cautivos bajo el hechizo de un espectáculo de proporciones planetarias, lo cierto es que la verdad se nos escapa una y otra vez, y que en esta vuelta de la rueda el peligro puede ser inminente, y las más locas fantasías del SCi-fi en donde las máquinas han de dominarnos, parece un apocalipsis a punto de venir.
Las tecnologías de las redes sociales y los Mass media llegaron para quedarse, son parte del engranaje mismo de nuestra cultura, es más son parte del ecosistema humano, Donna Haraway, ha dicho, ya somos Cyborg, mezcla de ficción y realidad, mezcla de animal y máquina, una suerte de quimera futurista; tal vez viene siendo hora de que nos hagamos cargo de ello también, porque lo que pasa cuando la inventiva del ser humano sobrepasa la capacidad de vislumbrar las consecuencias de sus decisiones, es que terminamos siendo víctimas de nuestras propias creaciones; el hecho es el siguiente: habitamos un espacio virtual en donde podemos rozar todos nuestros deseos, en donde podemos ser otros y proyectarnos infinitamente a través de un espejo que no para de fragmentarse, ¿puede esto afectar nuestra psique, nuestra personalidad?; en el documental del dilema de las redes sociales, los mismos creadores de estas herramientas, como son Facebook, Twitter, Instagram, Tik Tok, etc. apenas si vieron el alcance de lo que estaban creando, cuando utilizaron el modelo de negocios de Google para auto sustentar económicamente estas plataformas y que siguieran siendo gratuitas: la incorporación de la publicidad, es decir, son otros los que pagan por ti, pero cuando esto sucede, si tiene un costo, pues sino pagas por el producto, entonces tú eres el producto, este es el lado oscuro de la moneda y que queda expuesto en el documental con los testimonios de Tristan Harris, ex diseñador ético de Google; Tim Kendall, director de monetización de Facebook; Justin Rosenstein, el inventor del botón me gusta; y Guillaume Chaslot, creador de la infraestructura de videos recomendados para YouTube, entre otros; ellos se encargan de ponernos la verdad ante los ojos: todos, en cada una de las empresas donde trabajaron, han puesto la alarma acerca de hacia dónde se ha ido el interés del negocio, en palabras de Tristan Harrys: “Hackear al ser humano para manipularlo” (“el dilema de las redes sociales”) y así es como rompemos el pensamiento naif de que las redes sociales son sólo una herramienta por el simple hecho de que te ayudan, y que han pasado a ser también un dispositivo de poder y de sometimiento, pues tienen como función seducirte, para lograr que pases más tiempo en ellas y generar así una adicción con consecuencias bastantes desleales: alteraciones de autoestima, polarización de opiniones, adicción y hasta la radicalización ideológica entre otras.
Para que este modelo funcione requiere de datos acerca de nuestras preferencias, para con ello hacer proyecciones cada vez más precisas, a través de algoritmos que se potencian a sí mismos para hacer mejores predicciones y que buscan el cambio gradual en nuestro comportamiento, y ahí caemos en la trampa, compramos ese producto que en verdad no necesitábamos, ese gadget que traerá felicidad inmediata a tu vida… y es así como al final el producto terminamos siendo nosotros mismos, nuestras preferencias, nuestro tiempo, nuestra atención: ”La característica más prominente de la sociedad de consumidores -por cuidadosamente que haya sido escondida o encubierta es su capacidad de transformar a los consumidores en productos consumibles.” (Zygmunt Bauman, “vida de Consumo”). Se hace cada vez más evidente este “capitalismo de la vigilancia”, como lo denomina Shoshana Zuboff, escritora, socióloga y profesora emérita en la Harvard Business School, ella explica que por primera vez el ser humano pasa a engrosar la lista de “mercado de futuros” como un bien comerciable más, nuestra psique queda entonces expuesta, abierta como una flor deshuesada… aquí es donde se inicia este viaje, por esta vuelta, como el viaje de Ícaro y Dédalo el gran inventor, y a través de su caída.
“¿Terminaremos todos trabajando para una máquina inteligente o la máquina funcionara con personas inteligentes a su alrededor?” Shoshana Zuboff
Si quisiéramos profundizar en la complejidad de este dilema, habría que recurrir a la historia de la psiquiatría y el legado que dejó la experimentación con individuos en diversos estudios del comportamiento que fueron impulsados por el conductismo, en prácticas que hoy consideramos torturas, puede ser que desde ahí, y todas esas incursiones en la psique humana que creció en inventiva el negocio de la manipulación mediática, y esto tarde o temprano se hizo masivo, lo cierto es que el avance de la tecnología de la comunicación dirigido desde una estructura capitalista que no apunta hacia nuestro desarrollo, sino al lucro, trajo consigo consecuencias que aún no comprendemos del todo, pero que nos transforman a todo nivel: físico, mental y psicológico.
La preponderancia de la imagen, y la forma, sobre el discurso y la significación implican un deterioro de ciertas habilidades cognitivas relacionadas a la reflexión, el análisis, y operaciones complejas que requieren tiempo en su procesamiento, como las matemáticas, la comprensión lectora, el pensamiento crítico entre otras, y esto se ha visto reflejado en el desempeño de los estudiantes, aun en países desarrollados, se instala con más fuerza lo que llamamos, analfabetos funcionales.
El atractivo de las formas y la híper-estimulación sensorial a la que estamos sometidos, sumado a la velocidad de la información, su irrelevancia y fugacidad hace que sintamos una explosión de sensaciones y emociones, que en el fondo no nos dejan nada, para que algo quede en la memoria, y se produzca el aprendizaje precisa ser pasado por el cuerpo, masticado por la mente, por la reflexión. Entonces si combinamos la necesidad de generar ganancias de las empresas de Mass media, con la vulnerabilidad de nuestra psique frente a la creación de necesidades superficiales, para mantener nuestra atención, es que como dice Tristán Harris: “hemos apuntado las armas de la tecnología contra nosotros mismos”, tal como Ícaro en su vuelo alucinado hacia el sol.
El ser humanx busca el placer, busca la satisfacción; los estímulos auditivos y visuales estimulan rápidamente el campo de la sensación, generando una gratificación inmediata, esto libera hormonas vinculadas al placer, como la dopamina. A través de la televisión primero y luego con las nuevas tecnologías hemos acelerado de manera inédita la exposición a la estimulación visual y sonora, lo que nos lleva inevitablemente por el camino de la adicción, mermando el tiempo en que realizábamos otras actividades, como leer, o estudiar, investigar.
En el libro, “Como educar en una sociedad del espectáculo” de Joan Ferres, se advierten claramente las consecuencias de este aceleramiento informativo a nivel epistémico, a mayor velocidad en la capacidad de percibir estímulos de este tipo, se atrofian habilidades que requieren mayor tiempo en ser desarrolladas, como el análisis y la reflexión, modificando nuestra capacidad de tomar decisiones de manera más reflexiva y no tan impulsiva. En esta sociedad del espectáculo, en donde la propia exhibición parece ser condición sine qua non para alcanzar el éxito, en donde el modelo funciona si se crean más y más necesidades , en una vorágine de información que no se agota, y se sustenta en la fascinación sensorial, generamos entonces una relación simbiótica con la tecnología, necesitamos del chupete virtual para sentir esa descarga de placer, inmediata, segura que nos dio cierta publicación, que nos provocará: risa, placer, envidia, vanidad, celos, ira, resentimiento, ansias, ansiedad… en la iconósfera la ficción es la verdad.
Las consecuencias inmediatas las podemos observar en nuestros adolescentes, por ejemplo, en el incremento de los trastornos emocionales e incluso en los índices de suicidio en la actualidad. La responsabilidad última depende en gran medida de la influencia social y la imposición de estereotipos sociales que se hacen aún más presentes en las redes, estos modelos estéticos irreales siguen siendo un móvil importante dentro de los grupos de adolescentes y pre adolescentes que sólo aumenta el índice de frustración y desvalorización de este grupo etario.
La iconósfera para Joan Ferres es la saturación de los estímulos, la embriaguez sensorial, el placer inmediato, la híper-estimulación, lo instantáneo que incluso inhibe la activación de la mente racional y reflexiva, porque habitando en la inmediatez, la calma, la serenidad, de espíritu, la contemplación, el silencio, la escucha íntima, no tienen cabida, porque no hay tiempo, son muchas imágenes, hay un flujo interminable de sensaciones que debemos atender, cada vez más rápido, por que como dice Milan Kundera: “ la velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha relegado al hombre” pero en esta velocidad nos perdemos irremediablemente, porque la potencialización de lo sensacional, el drama o show de la cultura del espectáculo, hipertrofia nuestras capacidades cognitivas superiores, relegando al olvido el pensamiento crítico, transformándonos en un receptáculo de más y más información.
”¡No sé lo que quiero pero, lo quiero ya!” Decía el vocalista de la banda argentina Sumo; porque fueron muchos los que ya vaticinaban este “capitalismo de la vigilancia”, pienso en el panóptico de Foucault, esta idea de la sociedad vigilada, en donde no vemos al vigía pero sentimos su omnipresencia, o en su análisis acerca de la publicidad como uno de los dispositivos de regulación y significación más importante en la producción de sentidos sociales, dentro de las sociedades contemporáneas, “el capitalismo moderno tiende a fomentar el cálculo hedonista y la personalidad narcisista. La cultura del consumidor requiere, no de la supresión del deseo, sino su manufactura, extensión y detallamiento” (Análisis de Michel Foucault referente al cuerpo, la belleza física y el consumo).
Los Mass media han sustituido a las instituciones en el proceso de socialización, han instaurado nuevas formas de comunicación e interpretación de la realidad, las tecnologías que utilizamos evidentemente nos modifican, hacen de nosotros ciborg, nos reducimos a imágenes y momentos dentro de una plataforma virtual, generando modificaciones en la onda perceptiva, pues a mayor rapidez en que se dan estos estímulos, a causa de la concatenación exacerbada de imágenes y estímulos sensoriales, mayor es nuestra reacción frente a estos, y mayor la necesidad de los mismos, provocando una voracidad de excitación sensorial y emocional, que produce la necesidad de consumir de manera compulsiva, en un insaciable apetito de ver.
Otra de las consecuencias epistémicas que advierte Joan Ferres, es la modificación de la onda de frecuencia mental, pues siendo la imagen sintética, no requiere de mayor análisis, su significado está expuesto en la forma, la recibimos con total apertura, no hay nada, aparentemente que interpretar, todo es un flujo discontinuo, fragmentado, en el que solo debemos dejarnos penetrar, el cual recibimos aparentemente sin reflexión… la capacidad de abstracción, análisis y concentración se ven afectadas, potenciando una atención flotante, discontinua, dispersa; finalmente, Joan Ferres habla de la modificación en la frecuencia de onda actitudinal, representándola a través del zapping, esta actitud frente al televisor o el móvil, en la que vamos de imagen en imagen, rápida y aleatoriamente, ésta se imbrica también en la vida, en donde vamos saltando de una situación en otra, una experiencia en otra, buscando más, en una tendencia compulsiva a no estarse quieto, continuamente buscando estímulos, provocando la fragmentación del yo, a la vez que se va multiplicando nuestro yo en las redes, provocando reacciones, dejando huellas, datos valiosos que son utilizados contra nosotros mismos, finalmente perdemos autonomía, cedemos al impulso, a lo inmediato, en una necesidad terrible de tenerlo todo a todo momento, buscando el éxtasis, gestando un ser inmaduro.
Y entonces pienso en que muchos de nuestros hijos, desarrollaron sus habilidades sociales en pandemia, a través de un computador, que dormían frente a la pantalla en el colegio on line, que tenemos que persuadirlos de salir al parque, y pienso en la urgencia, en la amenaza existencial en todo esto, y me pregunto qué podemos hacer para que la tecnología sea nuestra aliada y no terminar como sus esclavos al estilo Matrix.
Tráfico de datos, falta de privacidad, alienación, procrastinación, desinformación, pérdida de autoestima, violencia, ciber bullying, radicalización política, observamos con asombro esta nueva arista de la realidad, preguntándonos, ¿Cómo evitar los efectos psicológicos de este problema en un futuro próximo?, ¿Cuánto ha afectado ya a nuestras dinámicas humanas el uso adictivo de estas tecnologías?, ¿Cómo emancipar la consciencia humana frente al deterioro de nuestras relaciones interpersonales producto del abuso de estas tecnologías?, ¿Cuál es la percepción de la verdad en la era de la desinformación?, ¿cómo se vive la libertad bajo este “capitalismo de la vigilancia”?, ¿Cómo afectará a nuestras niñas y niños luego de la pandemia y encierro dado a que esta ha sido su único medio de socialización con sus pares?, ¿cómo podemos utilizar estas herramientas para nuestro real beneficio?.
Como profesora de Filosofía y artista escénica sentí la urgencia de llevar a las artes escénicas este dilema, tomando el mito de Ícaro y Dédalo como una excelente analogía para abordar una futura dramaturgia que exponga este problema, en efecto desde los inicios de la filosofía, la mitología griega siempre ha sido el espejo en el que la humanidad se ha mirado, y en que ha proyectado sus deseos. Dédalo e Ícaro son dos figuras con reflexiones muy vigentes sobre el ansia de conocimiento, la inventiva humana y sus consecuencias.
Llevé esta inquietud a las y los compañeros del “colectivo artístico Ladra”, preguntarnos por el cuerpo vigilado fue nuestro motor de partida, nos es pertinente, pues desde allí se expresa la relación que tenemos con la tecnología, la pérdida de la libertad y el control, estos son los conceptos centrales de nuestra búsqueda. Nuestro primer acercamiento al cuerpo vigilado lo vivimos a partir de una experiencia de artivismo, en esta acción performativa instalamos las siguientes preguntas con el fin de interpelar al transeúnte, hacerle cuestionarse acerca de los usos que damos a las redes sociales y sus consecuencias, logramos generar diálogo a partir de esta acción o índice, haciéndonos cargo también de plantear este tema como agencia social: ¿cuánto tiempo te absorbe la tecnología?, ¿Qué vida se hace cuando el centro de todo es tu celular? , ¿cuántas veces en tu día miras realmente a tu alrededor? , ¿Dejarías a tu hija, hijo a cargo de una cuidadora robot?, ¿Te implantarías un chip para potenciar tus capacidades?, ¿A qué jugabas cuando niño?, ¿Cuál fue tu primer contacto con un dispositivo móvil? , ¿A mayor vigilancia, mayor seguridad?, ¿Te informas a través de redes sociales?, ¿Te parece una fuente fidedigna de información?
Las preguntas fueron instaladas a través de una experiencia performativa en la plaza de armas de Santiago de Chile, a partir de un dispositivo escénico que contempla 3 hitos, el “aparato de conexión alucinatoria de irrealidad virtual”, en el cual los performers van atados y vendados , moviéndose de manera circular, haciendo alusión al eterno retorno, o al círculo del Samsara en donde nuevamente nos enfrentamos a la pérdida de la libertad y control, pero en niveles más complejos: estos seres parecen alienados, perdidos en el mundo virtual, conectados pero ajenos los unos de los otros.
El otro hito aparece con el profeta del futuro, una suerte de Dédalo arrastrado por el tiempo hacia nuestros días para ser testigo del avance de la inventiva humana y sus consecuencias, este profeta declama un texto construido a partir de nuestras reflexiones y el apocalipsis de la biblia como intertexto, como contrapunto, nace la figura de la “susurradora” quien iba susurrando las preguntas a los transeúntes, ella va caracterizada de manera que evoca lo natural, la conciencia que nos invita a la verdadera conexión humana. A partir de esta experiencia insertamos el diálogo, si bien de manera efímera, en la comunidad, pudiendo constatar nuestras reflexiones previas con la experiencia y opinión de la gente de a pie, logrando volver a abrir espacios de emancipación y discusión acerca de estos tan importantes y actuales que enfrentamos los seres humanos.
Bibliografía:
Haraway , D. “Manifiesto Cyborg”, 1983
Debord , G. “La sociedad del espectáculo”, 1967.
Ferres, J. “Educar en una cultura del espectáculo”, 2000.
Foucautl, M. “Vigilar y castigar” 1975.
Zuboff, S. “La era del capitalismo de la vigilancia”, 2019.
Bauman, Z. “vida de Consumo”, 2007
Sossa A. “Analisis desde Michael Foucault referente al cuerpo, la belleza física y el consumo” Polis, revista de la universidad Bolivariana, volumen 10, N° 28, 2011.
Documental “el Dilema de las redes sociales”, Netflix. 2020
Documental “sesgo codificado” Netflix. 2020
1 Software de efecto visuales y animación 3D