Introducción
El presente ensayo surge de las preguntas que se generaron durante el proceso de aprendizaje en el Diplomado de Antropología del Arte (organizado por LATIR A.C.), y también de los años de indagación en Trabajo Social y Antropología del Cuerpo.
A lo largo de estas páginas intenté vertebrar las principales ideas que me inquietan: lo social – el cuerpo – lo sensible – el arte, y que implicaron distintas etapas y espacios en los cuales investigar.
A partir de mi experiencia como profesional de Trabajo Social y la manera en que la práctica cotidiana me fue interpelando, nace la necesidad de revisar marcos conceptuales y metodológicos. En las modalidades “típicas” de abordaje se manifestaron, y aún manifiestan, recortes para abarcar la complejidad social, como así también limitaciones en tanto se da preponderancia casi exclusivamente a los datos vinculados a lo racional y verbal de las personas, quedando por fuera y sin definición en clave de lo social, aquellos otros datos sensibles que se despliegan en las historias de vida de las personas con quienes trabajamos. Esto deriva en la necesidad de efectuar un acercamiento a los marcos conceptuales socio-antropológicos que profundizan la perspectiva de la corporalidad y que brindan insumos para comprender de modo más integral las experiencias vividas de quienes atraviesan una situación de vulnerabilidad social.
Luego de realizar el proceso de revisar lo social y su construcción compleja, sumado a integrar desde un punto de vista social el análisis sobre la corporalidad y emocionalidad de los sujetos, se denota la necesidad de hacer un replanteo sobre la metodología y el “vehículo” a partir del cual realizar las prácticas. A partir de ello, surge la inquietud de dialogar con el arte, siendo punto de encuentro con el Diplomado de Antropología del Arte, su manera de repensar los conceptos y de buscar la discusión con autores y propuestas. Este punto de giro, me aportó conocimientos para pensar la potencialidad del arte y el agenciamiento, la riqueza para nutrir la transversalidad en las prácticas, la capacidad de permitir la construcción de nuevas relaciones sociales y la circulación de la acción en términos colectivos.
La búsqueda continúa, no solamente por la infinitud del tema, sino porque las preguntas generadas en el Diplomado, colaboraron a encontrar nuevas puertas desde las cuales comenzar nuevos caminos.
1. Prácticas de Trabajo Social y preguntas sobre sus límites.
En los intersticios de las prácticas cotidianas del Trabajo Social en Argentina en las últimas décadas, se producen preguntas que nos interpelan tanto en relación al abordaje como en los conceptos que sostienen dichos modos de dar respuesta a las problemáticas sociales.
Sería interesante poder pensar en diferentes niveles en los cuales el Trabajo Social puede generar impacto en sus intervenciones, es decir, en términos de política pública, en modificaciones de planificación institucional, en la organización comunitaria barrial, y en el encuentro cotidiano con personas que padecen su situación social. Detallar estos distintos niveles no es el objetivo del presente ensayo, por lo cual para efectuar cruces y preguntas, haré el recorte sobre el último punto, el encuentro cotidiano con las personas en instituciones o dispositivos “especializados” en dar respuestas a los diferentes problemas sociales.
Esta práctica frecuente en Trabajo Social nos enfrenta a varias preguntas, me centraré en reflexionar sobre algunos aspectos, por un lado en la división temática al comprender la realidad y por ende en consonancia con los dispositivos correspondientes. El conocimiento sobre el sujeto y lo que le acontece, con fuertes bases en lo racional y objetivo. Y por último, la separación entre aquel que conoce con lo que estudia o sobre lo que realiza en sus prácticas.
En el trabajo cotidiano del Trabajo Social, nos vemos atravesados por instituciones construidas bajo el paradigma científico – filosófico de la modernidad, que divide la realidad para poder explicarla y conocerla, así también para poder abordarla y dar respuestas. Es así que pese a buscar nuevos modos, nos enfrentamos de todas maneras a instituciones y dispositivos cuyo funcionamiento se basa en “escuchar” o “resolver” por cada problema social.
Una secuencia frecuente en el Trabajo Social, es encontrar que hay que resolver el problema habitacional en un servicio, la inclusión laboral en otro, la necesidad alimentaria por otro programa, la salud mental en otra institución, y así sucesivamente. Presentándose una nueva intervención en cada institución, en cada espacio, una lectura de lo que le acontece al sujeto, pero de todas maneras reproduciendo una visión compartimentada de la realidad y de la persona que padece. Entonces pareciera continuar primando el paradigma y conceptos de la modernidad, viéndose favorecidos modos “clásicos” de abordaje según cada problemática social.
Se presenta un entramado entre la construcción conceptual de los problemas y de quienes los padecen, en yuxtaposición con las respuestas “típicas”.
“Es en este contexto y en la singularidad de cada situación de intervención, donde el sujeto que emerge no es el esperado por los viejos mandatos institucionales. Ese otro, que muchas veces recibe la mirada asombrada e interpelante de la institución que lo ratifica en el lugar de un objeto no anhelado.
Irrumpe en este contexto ese sujeto inesperado, constituido en el padecimiento de no pertenencia a un todo social, dentro de una sociedad fragmentada que transforma sus derechos subjetivos en una manera de opresión que se expresa en biografías donde sobresalen los derechos vulnerados”. (Carballeda, 2008)
De algún modo, continúa operando una división entre el sujeto que conoce y el objeto a conocer y explicar, primando los principios de objetividad y racionalidad para hacer una lectura de ese “otro”.
“El hombre de la modernidad convertido en sujeto de conocimiento pretendió ser capaz de observar al mundo objetivamente, es decir, con independencia de la mirada sobre él mismo y aunque de hecho esto era imposible, confió ciegamente en su posibilidad” (Osorio García, 2012), implicando ello que también se vean entrampados los profesionales en sus prácticas sociales invisibilizando otros aspectos que se ponen en juego al momento de una intervención social.
Ante lo expuesto, se presenta necesario hacer una revisión sobre el modo de comprender la realidad, los distintos aspectos, y como se construyen metodologías para trabajar con esos aspectos.
En principio es necesario poder comprender que “el mundo ha comenzado a dejar de ser un conjunto de objetos para convertirse en un enjambre de conexiones, de interacciones, de redes, de emergencias, de devenires, de incertidumbres, de contradicciones” (Osorio García, 2012). Y por lo tanto, abandonar la ilusión de poder trabajar de modo compartimentado con los problemas sociales y con las personas que los padecen. Esto amerita ampliar la mirada sobre el padecimiento de los sujetos, la inserción de quienes trabajamos y del entramado de las problemáticas sociales.
“De este modo las Problemáticas Sociales Complejas, no son estáticas, se mueven en los laberintos de la heterogeneidad de la sociedad, la crisis de deberes y derechos subjetivos, el ocaso de los modelos clásicos de las instituciones y la incertidumbre de las prácticas que intentan dar respuestas a éstas. Interpelan desde los derechos sociales y civiles no cumplidos, pero también lo hacen desde el deseo.” (Carballeda, 2008)
De esta manera, se deben repensar y redefinir los modos de abordaje, pensando en la necesaria transversalidad para implicarse en la complejidad, debiendo revisarse la explicación unidisciplinar de lo que le acontece a las personas, y por ende reflexionar sobre las metodologías aplicables.
A partir de esta interpelación de la realidad en mi quehacer cotidiano como trabajadora social, surgieron preguntas y búsqueda de otros conceptos y autores: ¿en la práctica cotidiana no continuamos entendiendo a ese otro separando y evitando aquello que no es lo racional y la palabra?, ¿qué acontece en nosotros como profesionales?, ¿qué sucede en el “entre”, en las relaciones?, ¿cuál podría ser el “vehículo” para contemplar esos otros aspectos?
2. Diálogo con la perspectiva de la corporalidad
Una de las principales preguntas que me surgieron en esta interpelación de la complejidad social, está vinculada a aspectos no conceptualizados en clave social en las prácticas del Trabajo Social y que se relacionan con la corporalidad, las sensaciones y emociones. La intención sería incluir herramientas para un análisis crítico sobre la mirada dualista de las personas que hace la división entre cuerpo y razón.
Integrar estos otros aspectos permite revisar algunos elementos que se hacen presentes en las prácticas del Trabajo Social, pero que no se perciben en el impacto que tienen en las relaciones que se construyen. Intentaré concentrarme por un lado en lo que concierne a enriquecer y ampliar la comprensión de lo que les acontece a las personas con las que trabajamos. Por otro lado, reflexionar sobre la invisibilización de lo que nos sucede como profesionales en términos emocionales, sensibles y corporales con quienes trabajamos y empezar a buscar categorizarlo en clave social. Por último, analizar las relaciones que se construyen poniendo también bajo la luz los conceptos de la perspectiva de la corporalidad.
Es vasto el material y las herramientas que nos brindan las investigaciones socio-antropológicas en relación al cuerpo, por lo cual realizaré un recorte sobre aquellos puentes que a mi entender pueden enriquecer el análisis de las prácticas del Trabajo Social.
Se presenta necesario hacer un breve señalamiento en relación al paradigma que se ha mostrado hegemónico en relación al dualismo mente-cuerpo, “no obstante, creo que en esta insistencia en identificar a Descartes como uno de los principales ´culpables´ de la gran ausencia del cuerpo en el pensamiento de la modernidad, suelen descuidarse algunas de las genealogías previas de ese pensamiento dualista y de los debates que generó, así como ciertos cuestionamientos de sus contemporáneos que repercutirán en su obra y que lo llevarán incluso a revisar, al final de su vida, el dualismo” (Citro, 2010). Desde una revisión genealógica, se puede observar cómo tanto para la filosofía griega, el cristianismo y los primeros filósofos racionalistas, fue objeto de discusión la relación entre sensaciones y emociones como atributos de la carne, en contraposición o “conspiración” contra la razón.
Lo expuesto cobra sentido para el presente análisis, observando cómo en las explicaciones actuales cotidianas sigue manifestándose una sobre valoración a las decisiones racionales y planificadas de los sujetos al momento de construir estrategias de acción ante la demanda de intervención de Trabajo Social, viéndose desvalorizado lo sensorial y emocional. Generalmente se hace un recorte donde estos otros aspectos quedan acallados y relegados al ámbito de lo privado e individual, ya que no es frecuente denominarlos en clave social, de explicación colectiva y de experiencia vivida condicionada dentro del contexto macro social.
Entre otros autores, se puede inclusive hacer mención sobre Marx, quien hace referencia a la relación entre condicionantes macro sociales que impactan en los cuerpos, respecto a las condiciones de trabajo. Dentro de los análisis en clave social, se me presenta necesario mencionar el trabajo de Norbert Elias, especialmente en su obra “El proceso civilizatorio”, situando entre los siglos XIII y XIX el proceso de formación de la civilización occidental. El autor “intenta mostrar cómo los cambios en las ´estructuras de personalidad´ (´estructuras emotivas y formas de comportamiento´) son un ´aspecto específico del devenir de las estructuras sociales´, entendidas como ´procesos´, ´flujos continuos´, y no como si fueran dos cosas separadas” (Citro, 2010).
Plantea que “las coacciones sociales externas se van convirtiendo en coacciones internas, la satisfacción de las necesidades humanas pasa poco a poco a realizarse en los bastidores de la vida social y se carga de sentimientos de vergüenza, y la regulación del conjunto de la vida impulsiva y afectiva va haciéndose más y más universal a través de una autodominación continua” (Elias, 1993).
Destacaré dos puntos de esta obra de Elias, por un lado en relación a la corporalidad y por otro de lo instintivo-emocional.
Tomando el período de la Europa Feudal del siglo XIII, las “necesidades naturales” o funciones corporales podían hacerse frente a la vista de otros, (escupir, orinar, defecar, emitir eructos, flatulencias). El autor analiza en relación a lo corporal, cómo en este proceso civilizatorio se plasma la retirada del espacio público al privado, implicando un silenciamiento por ser de “mal gusto” y generado el sentimiento de vergüenza sobre nuestro propio cuerpo. Se construye este proceso de “autodominio” del individuo, con insistencia en el registro de lo corporal y lo afectivo.
Siguiendo con lo emocional, el autor afirma “el entramado emotivo de los seres humanos constituye una totalidad. En verdad podemos designar con nombres distintos a cada una de las manifestaciones instintivas según sus direcciones y sus diversas funciones; podremos hablar del hambre y de la necesidad de escupir, del instinto sexual y del instinto agresivo; en la realidad de la vida sin embargo, estas distintas manifestaciones instintivas, son tan difíciles de separar unas de las otras como imposible de separar es el corazón del estómago o la sangre que riega el cerebro de la sangre que riega el aparato genital. Estos impulsos se complementan parcialmente se sustituyen unos a los otros; se transforman dentro de ciertos límites, y se neutralizan; el trastorno que se produce en un punto, se manifiesta en otro; en resumen estos impulsos constituyen una especie de circuito cerrado de la persona, una totalidad parcial dentro de la totalidad del organismo, cuya estructura todavía es bastante opaca en muchos aspectos, pero cuya forma, cuya presentación social, es de una importancia decisiva tanto para la evolución de una sociedad concreta como de cada persona individual” (Elias, 1993). En particular habla de la agresividad “se ve hoy restringida y sujeta, gracias a una serie considerable de reglas y convicciones que han acabado por convertirse en autocoacciones” (Elías, 1993).
Los puntos que destaco de la obra de Norbert Elias, intentan mostrar el diálogo entre los aspectos sociales y su condicionamiento en la corporalidad como así también en lo emotivo (por ejemplo, los sentimientos de vergüenza y agresión), implicando esto que es necesario tomar el desafío de denominar estos aspectos en clave social y reflexionar sobre integrarlos en las intervenciones sociales.
Dentro del análisis sobre la relación entre la sociedad y lo corporal y emotivo, vale aclarar que hay una diversidad de autores en la materia, pudiendo dividirlos a grandes rasgos en aquellos que consideran que los condicionamientos sociales se le imponen a las personas y su corporalidad, los que consideran que hay un diálogo entre el entramado social y el sujeto, y algunos que indagan si las personas tienen la posibilidad de acción ante el devenir social.
Por un lado, a partir de la influencia de Lévi-Strauss y Foucault surgen abordajes estructuralistas y post-estructuralistas que analizan al cuerpo como objeto de representaciones simbólicas, formaciones discursivas y prácticas disciplinares, como los estudios de Judith Butler, entre otros. Por otro lado, algunos autores comienzan a enfatizar en la capacidad constituyente, activa y transformadora de la corporalidad en la vida social, ya sea a partir de una reapropiación de la fenomenología de Merleau-Ponty (en Michael Jackson, Thomas Csordas), de propuestas dialécticas que intentan superar la oposición entre objetivismo y subjetivismo (como la teoría de la práctica y del habitus de Pierre Bourdieu), o que destacan el papel de la corporalidad en las prácticas de oposición, resistencia y creatividad cultural (Michel de Certau, entre otros).
Tanto Jackson como Csordas, retomarán la fenomenología de Merleau Ponty, recuperando la concepción de ser-en-el-mundo. Pareciera importante poder revisar el planteo que ser-en-el-mundo expone, que no puede constituirse el mundo como mundo, ni el yo como yo, sino es en su relación. La propuesta fenomenológica intenta captar la experiencia primera, preobjetiva y previa al pensar, que tenemos con el mundo, y que esta experiencia perceptiva se consuma a través del cuerpo propio.
Este breve recorrido teórico, tiene como propósito reflexionar sobre la conceptualización que hacemos sobre aquellas personas con las que trabajamos en Trabajo Social. Revisar si incluimos los aspectos corporales y emotivos en clave social de aquello que les acontece y padecen, si podemos pensar en el condicionamiento de la sociedad sobre dichos aspectos y si consideramos que hay una posibilidad de transformación de la persona en relación a ello, ya no sólo en términos racionales y de la palabra, sino en términos encarnados.
Si se piensa en estos aspectos, deberían replantearse los dispositivos de abordaje, como así también los modos típicos de intervención, viéndose cuestionada también la relación que se establece con la persona. Vale la pena poner la mirada en cómo opera todo lo expuesto en el lugar del Trabajador Social, es decir, cómo está construida la propia corporalidad y lo perceptivo sensorial.
En este punto, creo es necesario reflexionar en dos vías, por un lado cómo en la cotidianeidad del ejercicio profesional se ve impactada nuestra corporalidad por las condiciones de trabajo que muchas veces padecemos. Por otro lado, cómo nuestra percepción de ese “otro” con el que trabajamos está permeada por las construcciones sociales y que aunque desde la palabra no hagamos referencia sobre lo que nos acontece en el cuerpo, nuestro cuerpo, sensaciones y percepciones están operando en ese “otro”, ya sea por la disposición en una entrevista o encuentro, por cómo me percibo en ese momento del padecer de esa persona, o ya sea en cómo construimos la relación entre profesional y persona que demanda un abordaje.
De un modo u otro, surge la pregunta de la relación que se puede estar estableciendo en un dispositivo clásico y ante una intervención típica, “lo que define una relación de poder es que es un modo de acción que no actúa de manera directa e inmediata sobre los otros, sino que actúa sobre sus acciones: una acción sobre la acción, sobre acciones eventuales o actuales, presentes o futuras” (Foucault, 1988).
Comenzando a cruzar lo social, el cuerpo y el arte, amerita la inclusión del diálogo con el performance o como menciona Butler: los actos performativos. Estos conceptos pondrían generar el análisis sobre la repetición de actos en Trabajo Social tanto en la construcción del papel de la profesión, como así también en cómo colabora a la construcción de la identidad de aquel con el que estamos trabajando. Se pueden tomar las palabras de la autora para reflexionar, aunque ella esté investigando específicamente la temática de género. “Significativamente, el género es instituido por actos internamente discontinuos, la apariencia de sustancia es entonces precisamente eso, una identidad construida, un resultado performativo llevado a cabo que la audiencia social mundana, incluyendo a los propios actores, ha venido a creer y a actuar como creencia. Y si el cimiento de la identidad de género es la repetición estilizada de actos en el tiempo, y no una identidad aparentemente de una sola pieza, entonces, en la relación arbitraria entre esos actos, en las diferentes maneras, posibles de repetición, en la ruptura o la repetición subversiva de este estilo, se hallarán posibilidades de transformar el género” (Butler, 1990).
Esto me lleva a ver la potencialidad y prestar atención al “haber sido hecho” en los actos performativos, que implican la posibilidad de transformación a partir de la ruptura de esa repetición, o a partir de revertir la repetición.
3. En la búsqueda de un modo de abordaje – El arte y su potencialidad
Después de todo lo expuesto, habiendo analizado la interpelación al Trabajo Social, y luego habiendo tomando conceptos que integran la corporalidad y lo emotivo, se presenta necesario pensar en otros modos de abordaje, que a su vez reflexionen sobre la división de saberes disciplinares.
Retomando que nos encontramos ante una complejidad que requiere una intervención de corte transversal, sumado a incluir aspectos de lo sensorial, perceptivo y corporal de la vivencia de aquellos que padecen las problemáticas sociales, se me presenta el “arte” como espacio con potencialidad para integrar todas estas preguntas.
Antes de analizar sus virtudes, debo trazar los lineamientos sobre los cuales parto para hablar de “arte”. Para ello, tomo las discusiones que se plantean dentro del colectivo de Antropología del Arte, y subrayando que el foco no está en la obra de arte, o en quien la produce, sino complejizar la denominación de “arte”.
“Gell, afirma que la concepción del arte depende de las formas de mirarlo, y en este sentido la Antropología del Arte nos conduce a la reflexión de que las formas de mirar corresponden a un sistema. Para Gell, la Antropología del Arte focaliza sus análisis en el contexto social de producción, circulación y recepción, más que en la evaluación de productos artísticos particulares (esta es la función de los críticos de arte). La circulación y producción de objetos artísticos, está sustentada en otros procesos sociales que a su vez están conectados con procesos políticos, religiosos y económicos” (Tovar, 2009).
Se empieza a focalizar en qué relaciones sociales hacen que surja el proceso artístico, pudiendo considerar el poder de agenciamiento tanto para quien produce, como por todos los implicados en ese proceso, y así también el agenciamiento de la producción artística.
Dado el objetivo del presente escrito, debo hacer un recorte de toda la riqueza de la obra de Gell. Tomo una breve cita, para tener un acercamiento a lo expuesto sobre la capacidad de acción y agenciamiento, no solo de las personas sino también de la producción artística.
“Los dos términos de los que parte el análisis de Gell son el de ´agente´ y el de ´paciente´. De forma típica, el agente lleva a cabo una acción y el paciente recibe o es el objeto de esa acción. Pero un agente puede ser no sólo una persona sino también un objeto, una obra de arte, que es percibido como parte de una serie de secuencias causales, eventos causados por la voluntad, la intención y la mente. Siempre que se atribuye un acontecimiento a una persona o cosa estas quedan investidas de una capacidad de agencia. Las personas son agentes primarios, pero los objetos presentan una agencia secundaria. Si bien estos no son de por sí seres intencionales actúan a menudo como medios a través de los que se manifiesta y realizan intenciones. Los objetos son extensiones de la gente, expresan y extienden su agencia, configurando para los actores una “personalidad distribuida”, repartida entre los objetos a través de los que participa en la vida social” (Martínez Luna, 2012).
El propósito es poder resaltar que tanto quien produce, como la producción en sí, y quien está como “receptor” de esa producción, están en una interrelación en términos de capacidad de accionar, en este sentido muestra la potencialidad de hacer que las cosas o eventos ocurran, la potencialidad de acción en la producción artística y en tal caso, la potencialidad de transformación.
Buscando establecer puentes entre la intervención social y el arte, y a partir de estas menciones conceptuales, se puede pensar que según cada contexto y emplazamiento en lo local e institucional, se vislumbra la articulación entre la producción artística con la posibilidad de construir otros modos de relacionarse, la potencialidad de agenciamiento de quienes participan y de lo que se produce, así también la capacidad de transformación.
En base a todo lo trabajado, tomo los aportes de Patricia Tovar en su texto Comunidades Utópicas: procesos de colaboración transdiciplinares. A lo largo del presente escrito, expone un planteo teórico-metodológico que sustenta su idea de “Laboratorio Transdisciplinario”
Propone a SOMBRERO INVISIBLE (http://www.sombreroinvisible.mx) como proyecto en el que trabajan de modo transdisciplinario el arte, el diseño y la ciencia ficción, partiendo de una metodología basada en la conversación y el pensamiento colectivo, generando procesos de co-creación.
Para nutrir la idea de modos transversales de abordaje, tomo algunos puntos que la autora expone. Ella plantea la propuesta a partir de módulos de reflexión, conversación y co-creación. “Los módulos son procesos cíclicos en los que se va configurando el sentido de comunidad y se produce a la vez un refinamiento de las capacidades interpretativas, colaborativas y conversacionales de los participantes. Los momentos clave del ciclo son: la conversación a partir de textos o conceptos detonadores, es un proceso grupal, continuo y emergente entre todos los participantes y el espacio de internalización de los conocimientos, así como de la generación de propuestas. La comunicación ocurre entre lo verbal y lo no verbal, los cuerpos se disponen a conversar y el proceso comunicativo se torna orquestal. En el proceso conversacional la comunicación ocurre en todas direcciones y en todo momento, es decir es un continuum en el cual se va generando un ritmo de participación.” (Tovar, 2017).
Subrayo que se incluye la comunicación no verbal, y la disposición corporal en la conversación que va en varias direcciones. Esto va pudiendo poner en escena un modo de relación diferente. “La comunicación orquestal como parte del proceso de laboratorio y de la generación de comunidades utópicas, es ese aspecto vinculante, lúdico e intuitivo que teje con hilos invisibles el proceso colaborativo y podemos considerarla como una de las bases de los procesos transdiciplinares, puesto que al no ser lineal, permite unir saberes diversos y atravesar diferencias. Así, el sentido de comunión o de comunidad se da en la disolución de la linealidad y en la circularidad del entendimiento” (Tovar, 2017)
Este proceso conversacional dialoga también con las habilidades interpretativas, en tanto se pone en estado de pregunta aquello que no es evidente, donde todos los actores y sus saberes generan una desnaturalización de aquello que se presenta como “dado”.
Me parece importante recuperar la cita que hace la autora: “podemos pensar con Bourriaud, que efectivamente
´La esencia de la práctica artística residiría en la invención de las relaciones entre sujetos; cada obra de arte en particular, sería la propuesta para habitar un mundo en común y el trabajo de cada artista un haz de relaciones con el mundo que generaría a su vez otras relaciones, y así sucesivamente hasta el infinito´ ” (Tovar, 2017.
¿Será la práctica artística un vehículo para la invención de las relaciones en el abordaje social?, ¿se puede pensar en espacios transversales para hacer que otras cosas ocurran?, ¿podemos integrar nuestros aspectos sensibles, emocionales, sensoriales, corporales en la intervención social?, ¿cómo generamos la ruptura en la repetición?
Creo en las preguntas y cruces entre lo social, lo corporal y el arte, por ahora como una manera de seguir buscando otras modalidades en las prácticas en el campo de lo social.
Bibliografía
Butler, Judith
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(2012). El pensamiento complejo y la transdisciplinareidad: Fenómenos emergentes de una nueva racionalidad. Bogotá, Colombia: Revista Facultad de Ciencias Económicas: Investigación y Reflexión. Vol.20. nº1: 266-291.
Tovar, Patricia
(2009). La antropología del arte como un campo interdisciplinario. Arte y aprendizaje. Apartado 1, Cap 1. Tesis doctoral. Ciesas. D.F., México.
(2017) Comunidades utópicas. Procesos de colaboración transdiciplinares. Madrid, España: Iberoamérica social. Revista-red de estudios sociales.