Un pueblo indignado que se manifiesta alegremente a través del cuerpo. Una apertura que sucede a partir del estallido social del 18 de octubre de 2019 en Santiago de Chile, y que se expande como el fuego por todo el territorio nacional. Un pueblo que sale a la calle a marchar desde el día que le declaran la guerra y no se ha detenido por casi dos meses. El pueblo de Chile ha demostrado una perseverancia propia de quienes reclaman la dignidad como un derecho fundamental y ha salido a la calle a marchar por sus justas demandas y múltiples manifestaciones cargadas de energía y creatividad.
Chile despertó hace casi dos meses y recién se está viendo la luz al otro lado de la cortina. Aunque parezca obvio, me parece bueno aclarar que; para que algo despierte, ha de haber estado dormido previamente. Chile lleva alrededor de cincuenta años aletargado en una sumatoria de promesas y campañas que han diseñado un sistema competitivo, lleno de agresión, malas prácticas y oportunismo, al mismo tiempo que manipula las mentes y los cuerpos del ciudadano común, que no tiene más que acatar y aprender a decir que sí… mientras llega a su casa a descansar y, los dientes se muerden cada vez más fuerte produciendo un terrible bruxismo cultural, que luego no tendrá con qué pagar.
Impresiona la tremenda capacidad que existe en Chile, para enfrentar los desastres con coraje, creatividad y convicción. No pretendo en ningún caso sumarme al discurso meloso, y autocomplaciente que dice: “en Chile somos muy unidos para salir de las desgracias”. Creo que esa parte le corresponde al sentido de culpabilidad que impera en la elite abusiva que hemos heredado desde las masacres coloniales y, a través de las cuales, se esconde el sentimiento de responsabilidad y la impostada presencia que aspira poder y carece de identidad. El poder político ha demostrado su modelo tecnócrata y su gran empobrecimiento social. No es nada nuevo. El saber acumulativo y la competitividad, por esencia, están escindidos de la vía humana y espiritual.
En estas semanas de lucha y resistencia, hemos visto un sin número de manifestaciones cargadas de mucha energía y un cierto aire de carnaval. A pesar de las muertes, los miles de accidentados por violentos ataques del orden público y los cientos de compatriotas que han perdido la visión, o parte de ella, continúa un espíritu de esperanza y lucha. La resistencia se ha apropiado de nuestros cuerpos, movilizándonos al espacio público de manera masiva, articulando una serie de acciones y vestiduras, cargadas de simbolismo. ¿Por qué un hombre que cubre su cuerpo con hojas de nalca nos podría ayudar? ¿Qué tiene que ver el animé japonés de pikachu en todo esto? ¿Por qué spyderman se mueve al ritmo sexi de las cacerolas en vez de ser un súper hombre aguerrido y fuerte como PAREMAN?
Los cuerpos sencillos, temerosos y abusados, han suscitado todo su momento épico y han sabido mutar a un súper héroe libre del concepto de fuerza y dominio que existe en el modelo gringo construido bajo la lógica del éxito y el poder.
El cuerpo es un espacio privilegiado de expresión. Sin necesidad de pertenecer a ningún partido político o movimiento social, el cuerpo es un movimiento en sí mismo, cargado de signos sociales, políticos y sexuales. La cultura se mueve en una serie de conceptos y signos que se han visto manifestados a diario en las calles del territorio nacional. La estética del sujeto, la estética colectiva, la subjetividad y el diálogo que existen en una comunidad, son capaces de crear un discurso que supera con creces el discurso político que se entrampa en sus palabras y se tropieza una y otra vez. (Performance aparte)
El cuerpo como materia prima para pensar y hacer. El cuerpo como ente comunicativo para la reinvención de un Chile nuevo. Un deseo común y de cambio que toma su máxima expresión a través del colectivo “Lastesis” y que se ve manifestado en múltiples acciones urbanas que, si bien parecen elementos aislados, surgen desde la comunidad. Lo que está sucediendo aquí es el despertar de un pueblo tras la crisis social acumulada. La performatividad nace de lo común, del encuentro y, además, lo propicia. Estamos insertos en un flujo de transformación que en sí mismo es performance. Estamos en el ensamble y en el cruce. En la bisagra, en la construcción y la reconstrucción. Chile es el viento que sopla en todo rumbo, construyendo huellas por medio de actos y actos por medio del gesto.
- JL Austin afirma que los gestos pueden ser tan elocuentes como las palabras: El gesto performativo no se reduce a la descripción del mundo, sino que fuerza sus límites proyectando una intención, un cometido”. Por lo tanto, su filosofía propugna una comprensión del mundo como un “estar-en-el-flujo”, como un fenómeno en constante transformación. Esta pragmática postura está estrechamente ligada a la performance y a la performatividad (siendo la primera el acto y la segunda el concepto relacionado)1*
Lo performativo nos conduce, de una u otra forma a la resistencia y nos cuestiona justamente los modelos de liderazgo y poder. Lo performativo nos lleva de lo efímero a la realidad abriendo nuevas posibilidades de existencia. La performatividad nos devuelve la esencia del sujeto, sujeto que a la vez está produciendo una nueva realidad y construye nuevos horizontes, nuevas posibilidades de diálogo, de lenguaje y comunicación. Los modelos tradicionales y heredados de dominación han perdido toda clase de credibilidad y validez. Es justamente lo que sucede con este “estallido social”. Los cuerpos vienen a reclamar sus derechos y reivindicar la memoria de un pueblo agotado y silenciado por la brecha social. A través de la performance se establecen relaciones dialógicas que abren una verdadera posibilidad de cambio. No existe un yo soberano, sino un yo participativo y colaborativo. Son los cuerpos los que se manifiestan con una nueva identidad, alegando el encierro, la desigualdad, exigiendo dignidad y justicia.
El arte se presenta como respuesta social construyendo nuevos relatos y pequeños rituales de iniciación en cualquier esquina o entramado que surge espontáneamente solo por el hecho de co-habitar. La escucha de las cacerolas se ha transformado en el pulso y el corazón de la ciudad, haciendo que los cuerpos circulen y bailen sin miedo. Porque el miedo es cosa de otras generaciones, de aquellos a los cuales pertenezco y me anteceden. Generaciones fuertemente amenazadas y traumatizadas por la dictadura militar. No queremos que se nos repita el amargo plato de la pérdida y la desolación.
Hoy día Chile, 30 años después del regreso de la democracia, pero con la misma constitución y modelo de operación que en la dictadura, los cuerpos han sabido renacer del adoquín y los gases lacrimógenos, atravesando balines de acero y químicos acuosos del gigante verde amenazador.
El cuerpo es una encarnación de posibilidades capaz de traspasar las condiciones históricas y las circunstancias. La acción de los cuerpos se instala para producir realidades más allá del género y la desigualdad. El cuerpo es una constante materialización de posibilidades y realidades. Es el medio y el mensaje. Es la materia prima para pensar, hacer y proponer dentro de esta revolución, amenazando todos los valores y la estabilidad social, incluyendo la propia esfera del arte, el espacio público y la institucionalidad, cuestionando el sentido del observador y la audiencia, que pareciera ser parte de la obra también. Sin duda la escena del arte avanza a partir de la ruptura.
Arte y política, más latentes que nunca manifestándose a voz en cuello en el espacio común, cambiando incluso el nombre del tradicional punto de encuentro, la famosa Plaza Italia, transformada en Plaza de la Dignidad. En sí mismo, ese gesto ya es un acto performativo y transformador. El monumento tradicional travestido también, modela absolutamente el contexto, abriendo nuevas posibilidades de lectura, replanteando el diálogo, incluyendo nuevos significados. Lo más parecido a Mayo del 68 que hemos podido vivir, donde el arte en las calles es un motor fundamental. Ya nadie quiere volver a la normalidad del abuso que vivimos hasta el 18 de octubre recién pasado. Han pasado 53 días y Chile claramente ha cambiado y está cambiando en esta fracción de segundo, donde el cuerpo es el primero en vivirlo y el último en dejarlo. El cuerpo es la esencia de la movilidad y el cambio. Lo performativo nos conduce a la resistencia, redefiniendo los códigos y el lugar de ocupación.
1* Cómo hacer cosas con palabras. John L. Austin.1962