La pregunta sigue rondando en mi cabeza, un tema complejo, pero que nos afecta desde temprana edad, hablo desde mi experiencia como niña y mujer, que ha vivido en la frontera más visitada del mundo, Tijuana, pero que es ciudadana del mundo machista y patriarcal. Entonces por qué encerrar en burbujas de cuentos de hadas una realidad que está dentro y fuera de nuestros hogares, no digo que desconectarnos del mundo y sus violencias sea malo (vaya que en ocasiones es más que necesario), pero no podemos vivir en negación y en definitiva no podemos ocultar la realidad con la que convivimos y como mujeres nos enfrentamos. ¿Pero cómo hablar de violencia de género con infantes? cómo desdibujar los posicionamientos adultocentristas de “digerir” temáticas por considerar que las niñas, niños y adolescentes cuentan con capacidades de comprensión inferiores a las de personas adultas, cómo hablar de realidades y contextos, con verdad, con estrategias para una mayor compresión, cómo brindar herramientas de resistencia y digna rabia desde temprana edad.
El arte desde sus diversas aristas se ha posicionado como crítico de las estructuras y nos ha puesto por delante realidades a las que (probablemente) solíamos ser ajenas/os. Manifestaciones artísticas que van más allá de cuestiones estéticas, abordando problemáticas sociales contemporáneas, que ponen de manifiesto críticas al sistema y posicionamientos políticos; bien argumento Kate Millet al decirnos “lo personal es político”. El arte más allá de ser una cuestión de gustos personales se encuentra involucrado y determinado por factores externos a las apreciaciones estéticas, va más allá de amplios conocimientos técnicos. Tenemos que (re)plantear el arte desde su composición social y la agencia de los performances, objetos, instalaciones, animaciones, textos, y demás “productos” que derivan de esta disciplina.
Considerar las artes como algo más que un espectáculo efímero, exclusivo de cierto estrato social. Reclamar sus múltiples manifestaciones, abordar desde propuestas artístico culturales sin censura aquellas problemáticas sociales que generan conflicto dentro de ciertos grupos sociales, cuestionar el statu quo. Hablar, por qué no, de la violencia de género, y mejor aún pensar en uno de los grupos etarios más vulnerables, las niñas, niños y adolescentes.
Una de las manifestaciones artísticas más disidentes ha sido la escritura que ha permitido plasmar en hoja las ideas, hechos, opiniones y sentires. Esto le ha convertido en un medio que visibiliza de lo que se ha querido mantener en secreto, la escritura (como contradispositivo) amenaza de forma latente a las estructuras. La violencia de género se encuentra inserta dentro del sistema patriarcal, el problema principal radica en que “[…] aparece como algo invisible y minimizado a nivel social; está tan arraigada y presente en la sociedad que cuesta identificarla, ha existido siempre, y lo nuevo es verlo como violencia y no aceptarla (Alberdi y Rojas, 2005; Hernando, 2007).” (Citados en Castro, 2009, p. 432).
A través de nuevas propuestas de literatura ilustrada para infantes, se propone una visibilización del tema. Pero su labor no se ve concluida con un simple trabajo de difusión, se busca sensibilizar mediante historias concisas, cercanas a nuestras realidades. Sensibilizar ante la problemática, crear empatía por las/los otras/os, pero sobre todo poder identificar qué es la violencia de género y sus múltiples caras, no normalizar, no callar, saber cómo actuar, cómo nombrar aquellas conductas que nos han incomodado y antes las cuales hemos obtenido comentarios como: “no es para tanto”, “¿estás segura que no lo malinterpretaste?”, “eres muy grande/ chica para sufrir algún acoso”, etc.
En la gráfica narrativa del libro “La breve pero significativa lucha de la niña ajolote” (escrito e ilustrado por Carolina Castañeda). Se puede observar como la ilustración cumple una función primordial, y no solo de acompañamiento del texto. Literatura e ilustración fusionadas para abordar un tema que suele ser complicado de hablar, y más si el público al que pretende llegar está conformado por niñas, niños y adolescentes. Su autora explica que encontró en la ilustración la manera de hablar de un tema complejo como lo es el acoso sexual callejero, abordándolo de una manera “amigable”.
El acoso sexual callejero es uno de los rostros de la violencia de género que afecta principalmente a mujeres y puede ser entendido como una “[…] práctica con connotación sexual explícita o implícita, que proviene de un desconocido, que posee carácter unidireccional, que ocurre en espacios públicos y tiene el potencial de provocar malestar en el/la acosado/a.” (Billi, 2015, p.12). Un tema complejo -y desafortunadamente- cotidiano en México, ya que acorde a una declaración emitida por ONU Mujeres (2018) en el país son asesinadas 9 mujeres y 6 de cada 10 a enfrentado algún tipo de violencia.
No podemos negar que el problema existe, no podemos seguir leyendo y viendo eternamente cuentos de princesas, porque no vivimos en un mundo de color de rosa. De esta forma la historia de Tita mejor conocida como Ajo, se vuelve un contradispositivo del sistema machista, que muestra a través de su gráfica narrativa la realidad al que se enfrentan muchas niñas, al que muchas nos enfrentamos, pero que no queremos que ninguna más viva. En su transición a la adolescencia, es víctima de acoso sexual en el transporte público, un hombre le toca la pierna y no se queda de brazos cruzados, está inconforme, molesta, con muchas emociones que no sabe nombrar, pero identifica y predomina el enojo, la rabia que la hacen denunciar ante el chofer del autobús lo que acaba de suceder. Eso que muchas no logramos hacer ante el primer acoso, porque quizás ni sabíamos que estábamos siendo violentadas, nos dio pena o miedo.
Al hablarlo con sus amigas y madre se da cuenta que no es a la única que le ha pasado una situación de ese tipo, todas tenían una historia que contar, un acoso que denunciar. Aprovechando sus talentos y su coraje, arma con otra amiga un grupo dentro de la escuela para dibujar rostros de personas acosadoras y colocarlos en las calles. La vergüenza no es para la víctima sino para el agresor, por lo que quiso que se identificaran a estos sujetos tan desagradables y no siguieran acosando de forma libre sin responsabilizarse de sus acciones, sintiéndose protegidos por el sistema machista que no garantiza el libre tránsito de las mujeres y si lo hace con las conductas de acoso. Su proyecto fue breve, pero se lograron sumar más personas, se visibilizó y actuó contra un problema de manera colectiva, porque el acoso no es un asunto privado que concierne solo a la víctima y victimario, nos atraviesa a todas y todos, pero nos diferentes cuando no callamos ante la impunidad.
En el relato observamos cómo a través de su habilidad para el dibujo, Ajo encuentra una manera de denuncia y una catarsis ante la aparente imposibilidad de hacer algo ante una situación que la sobrepasó en su momento. La historia tiene muchos matices autobiográficos de Carolina, la artista creadora, por lo que nos deja ver como el arte está sumamente ligado a las experiencias de las/os artistas y su entorno social.
Pensar y crear arte, en sus diversas manifestaciones es sumergirnos en el mundo social; artistas y públicos no son entes separados, dialogan constantemente, si bien, no es de forma directa, si existe un diálogo mediado por los productos finales de las/os artistas.
Estos productos son interpretados y resignificados por los públicos y la interseccionalidad que les conforma.
Resulta interesante pensar en la gráfica ilustrada como un primer acercamiento no sólo al arte, por sus coloridos diseños, sino también de temas complejos y de actualidad, para aquellas/os que aún no saben leer, pero mediante la ilustración van apropiándose de historias y las convierten en propias, quienes ya saben leer pero disfrutan del acompañamiento de las imágenes, o por qué no, del texto que acompaña a las imágenes. En esta historia existe un equilibrio entre la narrativa y la ilustración, donde si bien es cierto nos encontramos viviendo en una era donde todo es visual
“[…] y los niños por norma general aprenden a descifrar signos icónicos tempranamente […] nos equivocarnos al creer que la imaginación de los niños es puramente visual o que su capacidad para comprender imágenes es, de forma natural, mayor que la que tienen para comprender palabras.” (Erro, 2000, p. 502)
La literatura ilustrada es otro medio para que niñas, niños y adolescentes, acorde a sus niveles de comprensión lectora o de imágenes, configuren procesos de socialización. Este tipo de literatura puede fungir como un medio reproductor de estereotipos de género o bien plantear nuevos escenarios que fragmenten las historias convencionales que refuerzan el sistema machista y patriarcal. Manifestaciones artísticas que ya no pretenden contar con la validación de críticos, sino más bien ser críticos con las instituciones cuestionar la legitimidad de las historias que prevalecen y siguen produciendo aun con esta perspectiva limitada – o nula- en cuestiones de género. Nos plantean la urgencia de una gestión cultural y creaciones inclusivas con perspectiva de género y conciencia social.
Referencias
Billi, M. (2015). Dimensiones del acoso sexual callejero. En Acoso sexual callejero: contexto y dimensiones. (pp. 12-13). Chile: Observatorio contra el acoso callejero.
Cadahia, M. (2016). Dispositivos estéticos y formas sensibles de la emancipación. Ideas y Valores, LXV (161), 267-285.
Castro, M. (2009). Prevención de violencia de género con niñas y niños de educación primaria. En Actas do X Congresso Internacional Galego-Português de Psicopedagogia. Portugal.
Erro, Ainara. (2000). La ilustración en la literatura infantil. Rilce. Revista de Filología Hispánica, 16 (3). Recuperado de https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/rilce/article/view/26774
ONU. (2018). La violencia contra las mujeres no es normal ni tolerable. Recuperado de http://www.onu.org.mx/la-violencia-contra-las-mujeres-no-es-normal-ni-tolerable