Bitácora de aguas.
Red trasandina de mujeres Diaguitas Ancestras del Futuro.
Paz Plaza
“Amada Agua, espíritu antiguo,
entidad de existencia colectiva,
la misma que han bebido nuestrxs ancestrxs,
y que ha transitado en constante
transformación por los territorios
en forma de nieve, río, sangre, lago, mar,
menstruaciones y lágrimas.
Tú, abuela tejedora de los inicios,
que tejes hermanando toda existencia viva
en este planeta, conectando todos
los territorios y cuerpos en tu paso,
sin reconocer fronteras ni patrias,
sostenedora de las hebras del arraigo,
la memoria y la colectividad.”
Fragmento llamamiento para las aguas
Bitácora de Aguas.
22 marzo 2021
El agua es la ancestra común que nos hermana, el tejido del territorio que en su paso une y convoca. Invocarla o dialogar con ella es despertar la memoria antigua que nos habita, que ha transitado en constante transformación por los territorios y cuerpos desde tiempos ancestrales, y que nos conecta con las abuelas y abuelos humanxs y no humanxs.
Este proyecto se materializa como un tejido audiovisual, ya que toma cuerpo como el textil. El canto continuo del agua se dispone en su largo como una urdimbre, aquellos hilos que van dando soporte y permitiendo la unión de las distintas partes que se van tramando entre sí. Imágenes de los territorios, cuerpos, gestos, y sonoramente los diversos relatos y reflexiones.
Se traman relatos entorno a la memoria del agua a través de la palabra, el dibujo y el proceso de bordado, estos son registrados en el primer Encuentro de la Red Trasandina de mujeres Diaguita “Ancestras del futuro” en el actual territorio llamado Chile. Realizado en enero del 2022, y activados mediante la realización de un espacio taller “Bordar para encauzar y despertar las aguas” planteado desde el proyecto Bitácora de Aguas.
Éste es un proyecto autogestionado que me acompaña desde el 2014, de pensamiento, práctica y creación de espacios con mirada desde los feminismos del sur, desde el Valle del Akunkawa, Chile. Se plantea afectiva y políticamente para la creación de comunidades efímeras y espacios de tejedurías de afectos, a partir de herramientas y prácticas creativas colaborativas, personales y colectivas para potenciar el autoconocimiento de la naturaleza cíclica sexual-creativa, el autocuidado y la sanación de los cuerpos-aguas-territorios, como prácticas para la descolonización y transformación colectiva.
El espacio que se propuso para la Red, partió con la realización de una visualización guiada para conectarse con las ancestras y nuestras aguas internas, a través del contenedor de ellas, nuestros úteros, a la cual nombramos como vasijas-matrices. Este viaje tenía el propósito de acompañar el sentir, para simbólicamente soltar y ofrendar a la tierra, a la pachamama, lo que cada una necesitaba, y de la misma manera, conectarnos con las aguas del lugar que nos recibía, el río cochiguaz, y con los glaciares de la cordillera, los bancos perpetuos. Cordón montañoso que nos teje y hermanas con las mujeres de la Red desde el otro lado. Desde la fortaleza de esas aguas hielos antiguas y la espiritualidad fundada en ella, kko mamanchay, la invitación fue traer hacia nosotras lo que cada una necesitaba en forma de palabra para ese momento presente.
Esa intención sanadora que cada una llevó a su centro, fue la que propició la visión de su vasija matriz, ¿Qué forma tendría, qué tamaño, colores y diseños? La propuesta se dispuso para abrazar la importancia heredada de este oficio, la profundidad espiritual y el lenguaje gráfico tan característico que guarda la identidad del pueblo diaguita. Toda esta disposición hizo aparecer sobre papel los dibujos de la vasija matriz de cada una, para luego trasladarla sobre la tela para ser bordada. Cada trazo se proyectó como puente y tejido entre el pasado, presente y futuro, el tiempo cíclico que nos propone el mundo andino. Conectando las líneas del dibujo, con las del territorio, y las huellas y pliegues de los cuerpos trayendo la trayectoria, el trazado de la memoria que perdura.
Conectarse a través de los hilos, es una invitación a volver a traer al cuerpo la herencia femenina del oficio textil, utilizando el gesto del bordado como herramienta sanadora, para reparar y zurzir las heridas coloniales y patriarcales que heredamos y portamos en nuestras vasijas matrices, tanto desde nuestros linajes como desde las violencias que experimentamos en nuestros propios relatos.
En el proceso paralelo del ritual de bordado, se invitó a una rueda de palabra intencionada desde la pregunta ¿Qué vivencias o memoria tiene el agua que traigo hasta acá desde mi territorio, y qué violencias la han afectado o la amenazan y cómo repercuten en mi cuerpo? Los relatos que se manifiestan son contenedores de las experiencias de vida en los territorios y de esa memoria herida por las diversas amenazas extractivistas que agreden las aguas y los cuerpos. La mega minería, los monocultivos y la aplicación de los agrotóxicos, la sequía, el saqueo del agua y la contaminación de ella, trayendo enfermedad, devastación del patrimonio cultural y alimentario para la vida en los valles.
Pero también se levantan las reflexiones en torno al proceso identitario y la revitalización de las prácticas re existentes para el cuidado de la vida, para el buen vivir, con y para el agua. Siendo este tejido audiovisual un material, a modo de ofrenda, para nutrir y visibilizar el ejercicio colectivo que se realiza y se sostiene a través de la Red Trasandina de Mujeres Diaguitas Ancestras del Futuro.
La Red se compone de alrededor de 100 mujeres pertenecientes a distintas comunidades y territorios Diaguitas, que permanecemos en diálogo constante compartiendo en nuestra cotidianidad las prácticas que cada una insiste y resiste en sus territorios, para revitalizar y reconstruir aquel camino que ha sido invisibilizado, saqueado y violado, y que en el intercambio hemos podido reconocer ese espacio de las violencias a los cuerpos-territorios como espacios comunes, construyendo como base de la Red la necesidad de crear un camino colectivo para la sanación, buscando formas para sanar los vínculos fracturados en los territorios, entre hermanas y con nosotras mismas, por intervenciones extractivistas o patriarcales y co-construir desde la confianza y el afecto gestado, guiándonos siempre desde la enseñanza de las ancestras, las madres y abuelas, las tejedoras de la resistencia invisible. El pueblo Diaguita es un pueblo originario que habita desde tiempos inmemoriales al sur de Abya Yala, en la zona andina desde Salta y el valle de copayapu, hasta San Juan y el valle de Akunkawa, tejidas y hermanadas por las aguas-hielos de la Cordillera, en los actuales países de Argentina y Chile.
Para tramarse al relato colectivo, sumé al tejido mi voz, para compartir reflexiones de mi bitácora personal, o cuaderno de campo, que aparecieron luego del encuentro, que a través de un lenguaje poético profundicé no sólo en el relato de la recuperación de las aguas, sino también en el proceso de autoidentificación diaguita en el territorio, apelando a sus pérdidas, hallazgos y sus contradicciones, lo chi´xi, en palabras de Silvia Rivera Cusicanqui, la identidad india que subyace a la impronta colonial, manchada y tensionada.
Desde la sabiduría del movimiento constante del agua, la revitalización y reconstitución de este proceso colectivo de etnogénesis del pueblo Diaguita, cobra sentido como se moviliza y emerge desde las tensiones personales y comunes, políticas, poéticas y territoriales que en ella habita, como un agua subterránea que emerge, una memoria colectiva que se levanta para defender su territorio, sus aguas, su patrimonio espiritual, como los enterramientos saqueados de lxs ancestrxs, junto con la recomposición y recopilación popular de un kakan, una lengua que quiere ser hablada y que hoy resuena en los territorios, traficándose de forma libre, de boca en boca, hacia ambos lados de la cordillera. A pesar de no ser validada por la academia, el movimiento se encauza hacia fortalecer las diversas formas de autorreconocimiento y memoria viva, para transmutar la imagen equívoca de un pueblo silenciado, e invisibilizado por la historia hegemónica del país, que en su narrativa colonial le limitaba a una forma de folklorización o museificación, estática o directamente extinta, hasta el proceso reciente de ser reconocida como etnia vigente en el 2006 por el estado de Chile.
Se traman también en el tejido audiovisual imágenes de fragmentos de acciones rituales, que son parte de exploraciones e investigaciones artísticas personales, a la vez que rituales e insistencias para dialogar con los territorios ancestrales y despertar esa memoria e identidad guardada en cada ser y forma que lo habita. Hablar con el río, con las piedras, con los árboles y minerales, un intento por descolonizar el lenguaje y su práctica. Poner el cuerpo para hablar de los cuerpos, del cuerpo colectivo que es la red y esa búsqueda afectiva para con el territorio.
Por último, aparecen para ser parte de la trama, las voces y gestos que, en la ciudad colonial, los territorios urbanos, han tomado el espacio público, muros y calles para denunciar el avance extractivista, pero también el alzamiento de esa identidad diaguita guardiana del territorio, que ebulle desde el despertar de lxs ancestrxs desde el sitio El Olivar, en la desembocadura del río Elki, desde la tierra para tomarse el cemento a través del nombre, la palabra y su visualidad.
Este tejido audiovisual se plantea además como un índice activador de este proceso de revitalización y recuperación colectiva, para volver a escucharse, sentirse y acompañar el relato que se va tejiendo de manera común. El tiempo circular. Traigo acá a una de las impresiones luego de ver/verse en el video:
“Conmovedor escucharlo desde la realidad que emana de las voces de mujeres que han sobrevivido a la escasez del agua, por el saqueo del agua de las grandes empresas. Muy conmovedor escuchar a las hermanas diaguitas de todas las cuencas del norte de chile, clamar al viento y a la sabiduría de nuestros ancestros para que puedan correr libres las aguas…..Que más que un verso hermoso, es una realidad que nos promueve la lucha por el agua…Queremos encauzar esos ríos, queremos despertarlos para que la fuerza y el torrente pueda circular libre.”
Patricia Ardiles, Valle de Elki
Por último señalar que este tejido audiovisual ha sido compartido recientemente en el primer encuentro de la Red en donde nos juntamos desde ambos lados de la cordillera, pudiendo traer a través de él la palabra, el territorio, el trazo y la memoria de las hermanas que no han podido venir presencialmente, además ha sido activador para la posterior generación del mismo espacio taller, en donde con las hermanas del otro lado de la cordillera hemos co-gestado la rueda de sentires y palabras, para hacer aparecer a través del dibujo sus útero matrices, sus relatos y vivencias entorno a la memoria de sus aguas y el proceso ritual del bordado intencionado para la sanación y reparación de ellas.
Los bordados aún se encuentran en proceso, compartimos a la distancia sus formas sobre la tela, colores y puntadas, encauzando en ello la forma en que las vasijas matrices y nosotras nos volvamos a encontrar nuevamente.